miércoles, 5 de agosto de 2009

Guillermo Cantellops
Contramaestre en la Carrera de Indias


Si hay que destacar alguna de las ramas de mi árbol genealógico por la singularidad de sus componentes, por las aventuras que vivieron o las hazañas que protagonizaron a lo largo de sus azarosas vidas, esta es sin duda la que asciende por mi bisabuela MARÍA DE LA ENCARNACIÓN SÁNCHEZ DE LA CAMPA, puertorrealeña de nacimiento pero con claras raices isleñas. En ella se unen linajes tan significativos como los SÁNCHEZ DE LA CAMPA, hidalgos de origen cántabro (Celis) que llegaron a escribir algunas de las páginas más heroicas de la historia de la bahía gaditana, en especial durante la defensa de la zona contra el francés en la Guerra de Independencia (1808-1812); los MÁRQUEZ, agricultores venidos del valle de Polcévera, en la República de Génova, propietarios de tierras en Puerto Real o los CANTELLOPS, familia de origen mallorquín que entroncarían con los Sánchez de la Campa y cuyo primer representante en la bahía de Cádiz fue un notable marino, llegando a ser Contramaestre en la Carrera de Indias, gobernando navíos en los periódicos viajes comerciales que se dirigían a la América hispana, precisamente de él tratarán estas líneas, de Guillermo Cantellops.
Apenas iniciado el verano del año 1768[1], el 4 de julio, recibía sepultura con el pomposo ceremonial de honras enteras el contramaestre Guillermo Cantellops, fallecido de manera repentina y accidental cuando apenas iniciaba sus 55 años de vida. Su cuerpo (siguiendo sus postreros deseos) descansaría por siempre en la bóveda de la capilla del Santísimo Rosario de la iglesia parroquial de San Pedro y San Pablo de la Real Isla de León (actual ciudad de San Fernando -Cádiz-[2]) como hermano que era de esta pretérita congregación, la más antigua de la población. Las honras fúnebres que recibió el cadáver de Guillermo eran las más costosas, a estas exequias debían acudir además de la cruz parroquial, todos los curas y capellanes y, después del oficio de sepultura se cantaba vigilia y la misa de cuerpo presente, con ministros y capas, con ello la familia Cantellops seguía la norma entre las clases más acomodadas de la Isla, ofreciendo al difunto unas ricas y suntuosas exequias que reafirmaban el alto grado de dignidad alcanzado en vida por Guillermo[3].


Guillem Cantellops había nacido en torno al año 1713 en la villa balear de Sa Pobla, en la comarca de Nord de la isla de Mallorca (cuando la Guerra de Sucesión al trono hispano daba sus últimos coletazos en aquella isla), cerca de la Albufera, un espacio que aún a comienzos del siglo XVIII, cuando lo conoción el joven Guillermo, era una enorme laguna separada de la bahía de Alcudia por un cordón de dunas (la posterior colmatación ha hecho de ella en la actualidad una llanura inundable, la zona húmeda más importante de Baleares).


Sa Pobla era una de las cuarenta y cinco villas distribuidas por la geografía mallorquina, distante de la ciudad de Palma, capital de la isla, casi siete leguas. Fue mandada edificar en el año 1300 por el rey Jaime II de Aragón[4]. A comienzos del siglo XIX (un siglo después del nacimiento de Guillermo) la villa contaba con unas 850 casas y una población total de 3.621 almas. En algunas publicaciones del siglo XIX se menciona como lo más destacable del lugar para aquellos que la visitaran era la ya mencionada albufera y sus aves acuáticas, además del Oratorio de Crestaix.


Detalle del plano sobre la isla de Mallorca que realizó Juan de Aguerre en el siglo XVIII. En él se puede ver La Pobla, villa natal de Guillermo Cantellops
Ignoramos por ahora quienes fueron los progenitores de Guillermo, su grupo familiar, sus ascendientes, en definitiva sus primeros años de vida, su infancia y su juventud. Lo cierto es que antes de 1737, cuando apenas tendría unos 24 años ya estaba establecido en la bahía gaditana, en esa fecha contraería matrimonio con la joven (casi niña, apenas tendría catorce años) doña Inés Sastre Saldana, igualmente de origen balear, natural de la capital mallorquina, Palma[5]. Ella era unos diez años más joven que él (debió nacer entorno a 1723) y era hija de Cristóbal Sastre y Juana Saldana. Cristóbal Sastre llegaría a la bahía gaditana cuando Inés era solo una niña (posiblemente entre 1725-1730) y acabaría por avecindarse en la Isla de León, lugar dónde Inés y Guillermo se conocieron y formaron con el tiempo su propia familia. Cristóbal Sastre conocería al joven Guillermo y vería en él a la persona ideal con la cual desposar a su pequeña Inés, las notables cualidades y ansias de medrar del joven Cantillops unido a su origen mallorquín le abrieron las puertas de este (más que probable) matrimonio concertado en el cual Guillermo emparentaría con una familia de un estatus social superior al suyo (el tratamiento de don y doña para los Sastre así nos lo indica) y Cristóbal Sastre consentía matrimoniar a su hija con un marino al que auguraba un próspero porvenir. No eran ni mucho menos extraños estos enlaces entre paisanos, personas oriundas de lugares comunes solían estrechar lazos entre si, crear grupos con una fuerte vinculación entre sus miembros, unidos por la añoranza de la tierra natal, por el uso de unas costumbres e incluso una lengua diferente a las del lugar donde, buscando el medro personal, se habían establecido.

Guillermo, como ya hemos mencionado, era marino. Los baleares tenían fama ya desde fines de la Edad Media de ser excelentes marinos, algo lógico tratándose de insulares, gentes hechas a un mar que rodeaba sus tierras, que les unía (más que les separaba) al resto de regiones costeras del Mediterráneo Occidental. Ya Alexandre Laborde en su Itinerario descriptivo de las provincias de España, publicado en el año de 1816, decía de los mallorquines que “…son en la guerra astutos y valientes, y buenos marinos (…) son extremadamente devotos y muy amantes de hermandades, cofradías y fiestas de iglesia; sus modales son dulces y atractivos, y no faltan a las mujeres gracias simples y naturales (…) la gente de rango, los comerciantes y marinos visten más a la moda del día, y hablan familiarmente la lengua castellana; pero el resto de los isleños hablan un dialecto corrompido de otras lenguas, cuyo origen es difícil de indagar…” Estas apreciaciones de Laborde sobre los mallorquines de fines del XVIII y comienzos del XIX se repiten (podemos decir que casi se copian textualmente) en obras posteriores, como en la Enciclopedia Moderna escrita por Francisco de Paula Mellado en 1851 donde se dice que los mallorquines “…son excelentes marinos y buenos soldados, devotos sin exageración, de modales dulces y carácter agasajador…”, características que quizá sin mucho temor a equivocarnos enaltecían a nuestro Guillermo. Además, Laborde en la citada obra comenta algo interesante sobre la despoblación que sufriría la isla de Mallorca durante la Edad Moderna y que quizá fuese uno de los motivos de la venida de Guillermo Cantellops a la bahía gaditana: “…contribuyendo a su disminución (poblacional) varias causas (…) la segunda y más principal, el descubrimiento de las Américas y del cabo de Buena-Esperanza; sucesos que trasladaron a Sevilla y después a Cádiz todo el comercio de la India, cuyo primer depósito era Mallorca, que recibía los géneros por la única vía de Levante…”. Antaño Mallorca era el lugar de entrada de los productos orientales a la península pero tras el descubrimiento en el siglo XV de las nuevas rutas comerciales que conectaban los puertos portugueses con los asiáticos y luego con los andaluces con América, obligaría a los comerciantes y marinos mallorquines a acudir a los nuevos focos que centralizaron desde entonces esta actividad económica, es decir, a los puertos atlánticos andaluces.

Pronto la recién creada familia Cantellops-Sastre comenzaría aumentar, antes de 1744 nacerían la primogénita Teresa (futura esposa de Cristóbal Castañeda) y Juana María (casaría con Alonso Solorzano[6]), después llegarían Martín, Cristóbal, Inés (nacida en torno al año 1757) y Guillermo[7] (la propia Inés Sastre menciona en su testamento como tuvieron otros hijos durante su matrimonio pero que éstos fallecieron de corta edad, algo común en aquellos tiempos). Igualmente, a medida que la familia crecía, también lo hacía la fortuna y el prestigio de Guillermo en la Isla de León, su buen hacer en su oficio así como su estrecha vinculación al comercio que se llevaba a cabo en la Carrera de Indias le hicieron alcanzar un puesto destacado dentro de la sociedad isleña del momento. Así, por ejemplo, en el verano de 1752 Guillermo decide labrar su propia morada, un edificio acorde con el estatus que ahora poseía, de este modo compra entre los meses de julio y septiembre “…en la calle que nombran San José…” unos terrenos a don José Felipe Vidal, prebendado de la Catedral de Cádiz, lugar donde construye su nueva casa[8].

Esta bonanza económica alcanzada por el marino balear también se puede apreciar en las notables dotes que reciben sus dos hijas que matrimoniaron antes de fallecer el patriarca de la familia. Doña Teresa, la mayor, al casarse con Cristóbal de Castañeda llevó hasta cien pesos en el valor de la ropa de su uso, menaje de cama, prendas y dinero en efectivo. Igualmente doña Juana María cuando contrajo matrimonio con Alonso Solorzano llevó hasta cincuenta pesos en ropas, muebles y algunas alhajas.


Guillermo poco antes de su muerte llegó a ostentar el cargo de Contramaestre, labor que desempeñó en algunos de los navíos que hacían la Carrera de Indias, así lo fue de la urca llamada San Carlos en su postrero viaje a tierras americanas. Estas urcas eran buques auxiliares de una sola cubierta y una batería, con tres palos, dos con una sola vela de aparejo redondo y mesana con vela al tercio, utilizados tanto para aviso como para transporte, incluso para pequeñas acciones de guerra o vigilancia, para ello portaban entre 18 y 24 cañones y una dotación que rondaba el centenar de marinos. Los Contramaestres, labor que desempeñaba Guillermo, eran en los viajes de ultramar los hombres de mar por excelencia, hábiles y experimentados en las faenas marineras, que, bajo las órdenes de los oficiales, ejercían el mando directo sobre la marinería. Eran su jefe inmediato y tenían una autoridad semejante a la de un sargento en la tropa. Entre ellos figuraba un Primer Contramaestre con funciones de Jefe de la marinería embarcada. También había segundo contramaestres (llamados de faena). El contramaestre solía también recibir el tratamiento de nostramo o nostromo, apócope de la expresión nuestro amo, usando uniforme particular a su clase y en las faenas ordinarias se distinguía con un pito de plata que lleva pendiente de un cordón de seda negro enlazado de un ojal de la chaqueta y con el cual manda las maniobras bajo la voz del oficial de guardia, o por sí mismo, en las faenas mecánicas del arte. Este sería el oficio que desempeño Guillermo en sus últimos años de vida.


A través del testamento de Inés Sastre sabemos que Guillermo falleció poco después de su último viaje a Indias como contramaestre de la urca San Carlos (acaso meses), lo sabemos porque en el momento de redactar Inés su testamento (el 23 de julio de 1769) aún la Real Hacienda le debe el pago de los servicios de su difunto esposo e igualmente quedan varias deudas por saldar producto de este viaje y la actividad comercial que Guillermo desarrolló en el mismo. En el Archivo General de Indias[9] encontramos además un documento que puede ser bastante clarificador en cuanto a la fecha en la cual llegó Guillermo de América y su lugar de procedencia (AGI, Contratación, 2485); fechado en el año 1768 y con el título de Registro de venidas de La Habana se mencionan las naos sueltas que volvieron de Cuba en dicho año, entre ellas se nombra a la urca San Carlos. De este viaje de la urca San Carlos por América también tenemos noticias (AGI, Cuba, 1049, N. 55)[10], a través de una carta del Gobernador de Santiago de Cuba (Marqués de Casa Cajigal) al Capitán General de Cuba, D. Antonio María Bucarely, fechada el 26 de junio de 1767, de cómo la urca San Carlos de S. M. varó frente a la fortaleza del Morro y se estaba intentando componerla para llevarla a puerto.





Grabado de una urca, similar a la que gobernó Cantellops en su último viaje a Indias en 1768


Lo cierto es que Guillermo de manera repentina falleció a comienzos del mes de julio de 1768, dejando a su esposa e hijos en cierto desamparo (más aún cuando doña Inés cayó enferma de gravedad poco tiempo después de enviudar), aún la Real Hacienda no había le había pagado el total de sus servicios como contramaestre en la urca San Carlos (un año después de su muerte aún le debía 108 pesos, sólo había recibido los 45 pesos que por vía de regalía se acostumbra dar a los contramaestres de vuelta de viaje de Indias) y además tenía contraídas algunas deudas de productos que sacó de la Isla para llevar y posiblemente comerciar con ellos en América, aún le debía a Juana de Benjumea y a don Rafael Croquer, vecinos de la Isla de León, cinco pesos a cada uno de géneros que Guillermo tomó fiados de sus tiendas, igualmente de ciertos géneros de la tienda de un tal don Francisco, en el Arsenal de la Carraca, debía 367 reales. No obstante doña Inés Sastre contó en estos difíciles momentos con la ayuda económica de algunas amistades, caso del que sería amigo y colega de profesión de Guillermo, el isleño Miguel Maura, que prestó a la viuda 30 pesos de a quince reales, destinados sobre todo a la manutención de la viuda y su familia. También debía otras cantidades que le prestó el maestro farolero isleño Ángel de Urso (12 pesos) o don Tadeo Aragón Abollado, vicario parroquial de la Isla de León (150 reales).


El testamento de la viuda de Guillermo Cantillops también nos da idea de los bienes materiales que quedaron tras su muerte (no muchos desde luego), además de la referida casa en la calle San José, y de los bienes que debían de constar en un inventario realizado ante don Honofre Hore, juez subdelegado de la Jurisdicción de Matrícula de la Isla de León (y al que aún no hemos podido tener acceso), fueron una cama de granadillo, un rosario de oro pequeño, tres tumbagas y dos pares de botones, todo también de oro y un par de hebillas de plata. Algunos bienes que deben de aparecer en el inventario estaban en custodia de sus hijas mayores, como un capotón, dos cubiertos de plata, una caja de cedro, un baúl, una saya de tafetán, unas enaguas de cotón, doce platos pequeños y uno grande, un perol y un chocolatero de cobre, un marveller largo, una chupa y calzones de cotonía y otros de lienzo blanco.
Sería la menor de las hijas de Guillermo, Inés Cantellops, quien matrimoniara con D. José Esteban Sánchez de la Campa Martín, el 23 de junio de 1778, en la misma parroquia donde habían recibido sepultura sus padres, la de San Pedro y San Pablo de la Real Isla de León. Este D. José Esteban habría de convertirse durante la Guerra de Independencia contra el ejército imperial francés (1808-1812) en uno de los más afamados defensores de la Isla de León. Fue Teniente del Real Cuerpo de Milicias de Voluntarios Honrados de la Isla de León, ejerciendo su puesto en la Primera Compañía de Cazadores Salineros durante toda la contienda, junto con todos sus hijos varones. Incluso su primo hermano, D. Cristóbal Sánchez de la Campa, fue el primer alcalde Constitucional de San Fernando, nombrado Marqués y caballero cubierto ante el Rey. D. José Esteban merecerá su propio espacio en este cuaderno.


Notas

[1] La Real Isla de León se segrega definitivamente de la ciudad de Cádiz poco antes de la muerte de Guillermo, por Real Cédula el 11 de enero de 1766.

[2] Apenas cuatro décadas más tarde, el 24 de septiembre de 1810, el altar mayor de este templo, próximo a la capilla del Rosario, acogería el juramento de los diputados convocados a las famosas Cortes que gestarían la primera Constitución Española. En una obra pictórica colgada hoy día en el Congreso de los Diputados se puede observar esta escena, en la cual, al fondo se aprecia la capilla en cuya bóveda reposaban los restos de Guillermo Cantellops.

[3] Se conserva la partida de defunción de Guillermo Cantellops en el archivo parroquial de San Pedro y San Pablo de San Fernando (Libro 6º de defunciones, folio 82 vuelto). Parte del tenor dice así: "En la Iglesia Parroquial de la villa de la Real Isla de León, en 4 días del mes de julio de 1768 fue sepultado en la Bóveda de la Capilla de la Cofradía del SSmo. Rosario con oficio de Honras Enteras, Guillermo Cantellops, natural de La Puebla, en Mallorca, de edad de 55 años, marido que fue de Inés Sastre, recibió el sacramento de la extrema unción y no otro alguno por lo acelerado de su accidente...".

[4] Al parecer, en el año 1300 Jaime II comisionó a Ramón Desbrull y Pedro Esturs para demarcar las calles y plazas de nuevas poblaciones, entre ellas La Puebla, tomando este nombre porque así era como se conocía a su territorio antes de su fundación. Mandó que se poblase con un mínimo de cien almas y que ninguno de sus pobladores pudiese ausentarse de ella hasta transcurridos seis años. (BOVER, Joaquín M.: Noticias Histórico-Topográficas de la isla de Mallorca, Palma, 1864).

[5] El acta matrimonial debe de conservarse posiblemente en el archivo parroquial de San Pedro y San Pablo de San Fernando.


[6] De este matrimonio nacerían (posiblemente entre otros) José Solorzano y Cantillop (esposo de María de la Concepción Castilla y García, fallecida en 1830). Este José Solorzano y Cantillop compró, probablemente en los años 20 del siglo XIX la salina isleña llamada comúnmente El Estanquillo (también conocida como de Jesús, María, José y Carmen) que seguiría ligada a la familia durante décadas, en 1858 la propiedad era de Juan Nepomuceno Solorzano Castilla (y su esposa María Josefa Sevillano). Datos tomados del PGOU de San Fernando (PDF).

[7] Los nombres de los hijos e hijas de Guillermo e Inés reproducirían los apelativos de sus ascendientes, así los pequeños son Inés y Guillermo, como sus padres, Juana y Cristóbal son los padres de Inés y posiblemente Martín y Teresa los de Guillermo.

[8] La compra de los solares, así como los lindes de la casa los refiere Inés Sastre en su testamento: “la casa de mi morada que es en esta dicha villa en la calle que nombran de San José[8] y hace esquina a otra, que linda por la parte de abajo con casas de la capellanía que fundó doña María de la Rosa, y por la otra banda con la de los herederos de Joseph Toredo, la cual se labró en terreno que el propio mi marido compró a censo redimible del Doctor Don Joseph Phelipe Vidal, prebendado de la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad de Cádiz, por dos escrituras ante el presente escribano, la primera en trece de julio, y la otra en cuatro de septiembre del año pasado de mil setecientos cincuenta y dos”. Los documentos de compraventa de los solares hoy día se conservan en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz (Protocolos Notariales de San Fernando, L. 16, f. 225 – 229 -13 de julio de 1752- y f. 259 – 263 – 4 de septiembre de 1752-), en estos documentos se menciona que el solar está en la calle San José, en el manchón que llaman de Vidal, linda por la banda de poniente con la calle que nombran de Ntra. Sra. del Rosario, y por el fondo con solar de José Toredo, en el propio manchón. Uno de los solares (el que compra en julio, ambos están inmediatos), tiene 16 varas de frente por 18 de fondo, y el otro, el que compra en septiembre, tiene 8 varas de frente por 18 de fondo, es decir, en su conjunto ambos solares tendrían 24 varas de frente por 18 de fondo, un gran espacio de casi 20 metros de frente por unos 15 de fondo, uno 300 metros cuadrados. Allí labró su casa, la cual posteriormente (numerada con el número 5 de calle San José o del vicario viejo), al menos parte, heredaría su nieta María Sánchez de la Campa Cantellops, por vía de mejora a través del testamento de su madre Inés Cantellops Sastre.

[9] Referencia en el Archivo General de Indias: CONTRATACIÓN, 2485, con el título Registro de venidas de La Habana, fechado en el año 1768, aparece el registro de llegada de las naos sueltas que vinieron de La Habana en el año de 1768. Aparecen 33 números que corresponderían al número de embarcaciones que llegaron, entre ellas, con el número once, se menciona a la urca San Carlos y al que era su contador, Julián Marín. (http://censoarchivos.mcu.es/CensoGuia/fondoDetail.htm?id=931637).

[10] Archivo General de Indias. Título de la unidad: “Correspondencia de los Capitanes Generales de Cuba”. Cuba, 1049, N. 55.