miércoles, 5 de agosto de 2009

Guillermo Cantellops
Contramaestre en la Carrera de Indias


Si hay que destacar alguna de las ramas de mi árbol genealógico por la singularidad de sus componentes, por las aventuras que vivieron o las hazañas que protagonizaron a lo largo de sus azarosas vidas, esta es sin duda la que asciende por mi bisabuela MARÍA DE LA ENCARNACIÓN SÁNCHEZ DE LA CAMPA, puertorrealeña de nacimiento pero con claras raices isleñas. En ella se unen linajes tan significativos como los SÁNCHEZ DE LA CAMPA, hidalgos de origen cántabro (Celis) que llegaron a escribir algunas de las páginas más heroicas de la historia de la bahía gaditana, en especial durante la defensa de la zona contra el francés en la Guerra de Independencia (1808-1812); los MÁRQUEZ, agricultores venidos del valle de Polcévera, en la República de Génova, propietarios de tierras en Puerto Real o los CANTELLOPS, familia de origen mallorquín que entroncarían con los Sánchez de la Campa y cuyo primer representante en la bahía de Cádiz fue un notable marino, llegando a ser Contramaestre en la Carrera de Indias, gobernando navíos en los periódicos viajes comerciales que se dirigían a la América hispana, precisamente de él tratarán estas líneas, de Guillermo Cantellops.
Apenas iniciado el verano del año 1768[1], el 4 de julio, recibía sepultura con el pomposo ceremonial de honras enteras el contramaestre Guillermo Cantellops, fallecido de manera repentina y accidental cuando apenas iniciaba sus 55 años de vida. Su cuerpo (siguiendo sus postreros deseos) descansaría por siempre en la bóveda de la capilla del Santísimo Rosario de la iglesia parroquial de San Pedro y San Pablo de la Real Isla de León (actual ciudad de San Fernando -Cádiz-[2]) como hermano que era de esta pretérita congregación, la más antigua de la población. Las honras fúnebres que recibió el cadáver de Guillermo eran las más costosas, a estas exequias debían acudir además de la cruz parroquial, todos los curas y capellanes y, después del oficio de sepultura se cantaba vigilia y la misa de cuerpo presente, con ministros y capas, con ello la familia Cantellops seguía la norma entre las clases más acomodadas de la Isla, ofreciendo al difunto unas ricas y suntuosas exequias que reafirmaban el alto grado de dignidad alcanzado en vida por Guillermo[3].


Guillem Cantellops había nacido en torno al año 1713 en la villa balear de Sa Pobla, en la comarca de Nord de la isla de Mallorca (cuando la Guerra de Sucesión al trono hispano daba sus últimos coletazos en aquella isla), cerca de la Albufera, un espacio que aún a comienzos del siglo XVIII, cuando lo conoción el joven Guillermo, era una enorme laguna separada de la bahía de Alcudia por un cordón de dunas (la posterior colmatación ha hecho de ella en la actualidad una llanura inundable, la zona húmeda más importante de Baleares).


Sa Pobla era una de las cuarenta y cinco villas distribuidas por la geografía mallorquina, distante de la ciudad de Palma, capital de la isla, casi siete leguas. Fue mandada edificar en el año 1300 por el rey Jaime II de Aragón[4]. A comienzos del siglo XIX (un siglo después del nacimiento de Guillermo) la villa contaba con unas 850 casas y una población total de 3.621 almas. En algunas publicaciones del siglo XIX se menciona como lo más destacable del lugar para aquellos que la visitaran era la ya mencionada albufera y sus aves acuáticas, además del Oratorio de Crestaix.


Detalle del plano sobre la isla de Mallorca que realizó Juan de Aguerre en el siglo XVIII. En él se puede ver La Pobla, villa natal de Guillermo Cantellops
Ignoramos por ahora quienes fueron los progenitores de Guillermo, su grupo familiar, sus ascendientes, en definitiva sus primeros años de vida, su infancia y su juventud. Lo cierto es que antes de 1737, cuando apenas tendría unos 24 años ya estaba establecido en la bahía gaditana, en esa fecha contraería matrimonio con la joven (casi niña, apenas tendría catorce años) doña Inés Sastre Saldana, igualmente de origen balear, natural de la capital mallorquina, Palma[5]. Ella era unos diez años más joven que él (debió nacer entorno a 1723) y era hija de Cristóbal Sastre y Juana Saldana. Cristóbal Sastre llegaría a la bahía gaditana cuando Inés era solo una niña (posiblemente entre 1725-1730) y acabaría por avecindarse en la Isla de León, lugar dónde Inés y Guillermo se conocieron y formaron con el tiempo su propia familia. Cristóbal Sastre conocería al joven Guillermo y vería en él a la persona ideal con la cual desposar a su pequeña Inés, las notables cualidades y ansias de medrar del joven Cantillops unido a su origen mallorquín le abrieron las puertas de este (más que probable) matrimonio concertado en el cual Guillermo emparentaría con una familia de un estatus social superior al suyo (el tratamiento de don y doña para los Sastre así nos lo indica) y Cristóbal Sastre consentía matrimoniar a su hija con un marino al que auguraba un próspero porvenir. No eran ni mucho menos extraños estos enlaces entre paisanos, personas oriundas de lugares comunes solían estrechar lazos entre si, crear grupos con una fuerte vinculación entre sus miembros, unidos por la añoranza de la tierra natal, por el uso de unas costumbres e incluso una lengua diferente a las del lugar donde, buscando el medro personal, se habían establecido.

Guillermo, como ya hemos mencionado, era marino. Los baleares tenían fama ya desde fines de la Edad Media de ser excelentes marinos, algo lógico tratándose de insulares, gentes hechas a un mar que rodeaba sus tierras, que les unía (más que les separaba) al resto de regiones costeras del Mediterráneo Occidental. Ya Alexandre Laborde en su Itinerario descriptivo de las provincias de España, publicado en el año de 1816, decía de los mallorquines que “…son en la guerra astutos y valientes, y buenos marinos (…) son extremadamente devotos y muy amantes de hermandades, cofradías y fiestas de iglesia; sus modales son dulces y atractivos, y no faltan a las mujeres gracias simples y naturales (…) la gente de rango, los comerciantes y marinos visten más a la moda del día, y hablan familiarmente la lengua castellana; pero el resto de los isleños hablan un dialecto corrompido de otras lenguas, cuyo origen es difícil de indagar…” Estas apreciaciones de Laborde sobre los mallorquines de fines del XVIII y comienzos del XIX se repiten (podemos decir que casi se copian textualmente) en obras posteriores, como en la Enciclopedia Moderna escrita por Francisco de Paula Mellado en 1851 donde se dice que los mallorquines “…son excelentes marinos y buenos soldados, devotos sin exageración, de modales dulces y carácter agasajador…”, características que quizá sin mucho temor a equivocarnos enaltecían a nuestro Guillermo. Además, Laborde en la citada obra comenta algo interesante sobre la despoblación que sufriría la isla de Mallorca durante la Edad Moderna y que quizá fuese uno de los motivos de la venida de Guillermo Cantellops a la bahía gaditana: “…contribuyendo a su disminución (poblacional) varias causas (…) la segunda y más principal, el descubrimiento de las Américas y del cabo de Buena-Esperanza; sucesos que trasladaron a Sevilla y después a Cádiz todo el comercio de la India, cuyo primer depósito era Mallorca, que recibía los géneros por la única vía de Levante…”. Antaño Mallorca era el lugar de entrada de los productos orientales a la península pero tras el descubrimiento en el siglo XV de las nuevas rutas comerciales que conectaban los puertos portugueses con los asiáticos y luego con los andaluces con América, obligaría a los comerciantes y marinos mallorquines a acudir a los nuevos focos que centralizaron desde entonces esta actividad económica, es decir, a los puertos atlánticos andaluces.

Pronto la recién creada familia Cantellops-Sastre comenzaría aumentar, antes de 1744 nacerían la primogénita Teresa (futura esposa de Cristóbal Castañeda) y Juana María (casaría con Alonso Solorzano[6]), después llegarían Martín, Cristóbal, Inés (nacida en torno al año 1757) y Guillermo[7] (la propia Inés Sastre menciona en su testamento como tuvieron otros hijos durante su matrimonio pero que éstos fallecieron de corta edad, algo común en aquellos tiempos). Igualmente, a medida que la familia crecía, también lo hacía la fortuna y el prestigio de Guillermo en la Isla de León, su buen hacer en su oficio así como su estrecha vinculación al comercio que se llevaba a cabo en la Carrera de Indias le hicieron alcanzar un puesto destacado dentro de la sociedad isleña del momento. Así, por ejemplo, en el verano de 1752 Guillermo decide labrar su propia morada, un edificio acorde con el estatus que ahora poseía, de este modo compra entre los meses de julio y septiembre “…en la calle que nombran San José…” unos terrenos a don José Felipe Vidal, prebendado de la Catedral de Cádiz, lugar donde construye su nueva casa[8].

Esta bonanza económica alcanzada por el marino balear también se puede apreciar en las notables dotes que reciben sus dos hijas que matrimoniaron antes de fallecer el patriarca de la familia. Doña Teresa, la mayor, al casarse con Cristóbal de Castañeda llevó hasta cien pesos en el valor de la ropa de su uso, menaje de cama, prendas y dinero en efectivo. Igualmente doña Juana María cuando contrajo matrimonio con Alonso Solorzano llevó hasta cincuenta pesos en ropas, muebles y algunas alhajas.


Guillermo poco antes de su muerte llegó a ostentar el cargo de Contramaestre, labor que desempeñó en algunos de los navíos que hacían la Carrera de Indias, así lo fue de la urca llamada San Carlos en su postrero viaje a tierras americanas. Estas urcas eran buques auxiliares de una sola cubierta y una batería, con tres palos, dos con una sola vela de aparejo redondo y mesana con vela al tercio, utilizados tanto para aviso como para transporte, incluso para pequeñas acciones de guerra o vigilancia, para ello portaban entre 18 y 24 cañones y una dotación que rondaba el centenar de marinos. Los Contramaestres, labor que desempeñaba Guillermo, eran en los viajes de ultramar los hombres de mar por excelencia, hábiles y experimentados en las faenas marineras, que, bajo las órdenes de los oficiales, ejercían el mando directo sobre la marinería. Eran su jefe inmediato y tenían una autoridad semejante a la de un sargento en la tropa. Entre ellos figuraba un Primer Contramaestre con funciones de Jefe de la marinería embarcada. También había segundo contramaestres (llamados de faena). El contramaestre solía también recibir el tratamiento de nostramo o nostromo, apócope de la expresión nuestro amo, usando uniforme particular a su clase y en las faenas ordinarias se distinguía con un pito de plata que lleva pendiente de un cordón de seda negro enlazado de un ojal de la chaqueta y con el cual manda las maniobras bajo la voz del oficial de guardia, o por sí mismo, en las faenas mecánicas del arte. Este sería el oficio que desempeño Guillermo en sus últimos años de vida.


A través del testamento de Inés Sastre sabemos que Guillermo falleció poco después de su último viaje a Indias como contramaestre de la urca San Carlos (acaso meses), lo sabemos porque en el momento de redactar Inés su testamento (el 23 de julio de 1769) aún la Real Hacienda le debe el pago de los servicios de su difunto esposo e igualmente quedan varias deudas por saldar producto de este viaje y la actividad comercial que Guillermo desarrolló en el mismo. En el Archivo General de Indias[9] encontramos además un documento que puede ser bastante clarificador en cuanto a la fecha en la cual llegó Guillermo de América y su lugar de procedencia (AGI, Contratación, 2485); fechado en el año 1768 y con el título de Registro de venidas de La Habana se mencionan las naos sueltas que volvieron de Cuba en dicho año, entre ellas se nombra a la urca San Carlos. De este viaje de la urca San Carlos por América también tenemos noticias (AGI, Cuba, 1049, N. 55)[10], a través de una carta del Gobernador de Santiago de Cuba (Marqués de Casa Cajigal) al Capitán General de Cuba, D. Antonio María Bucarely, fechada el 26 de junio de 1767, de cómo la urca San Carlos de S. M. varó frente a la fortaleza del Morro y se estaba intentando componerla para llevarla a puerto.





Grabado de una urca, similar a la que gobernó Cantellops en su último viaje a Indias en 1768


Lo cierto es que Guillermo de manera repentina falleció a comienzos del mes de julio de 1768, dejando a su esposa e hijos en cierto desamparo (más aún cuando doña Inés cayó enferma de gravedad poco tiempo después de enviudar), aún la Real Hacienda no había le había pagado el total de sus servicios como contramaestre en la urca San Carlos (un año después de su muerte aún le debía 108 pesos, sólo había recibido los 45 pesos que por vía de regalía se acostumbra dar a los contramaestres de vuelta de viaje de Indias) y además tenía contraídas algunas deudas de productos que sacó de la Isla para llevar y posiblemente comerciar con ellos en América, aún le debía a Juana de Benjumea y a don Rafael Croquer, vecinos de la Isla de León, cinco pesos a cada uno de géneros que Guillermo tomó fiados de sus tiendas, igualmente de ciertos géneros de la tienda de un tal don Francisco, en el Arsenal de la Carraca, debía 367 reales. No obstante doña Inés Sastre contó en estos difíciles momentos con la ayuda económica de algunas amistades, caso del que sería amigo y colega de profesión de Guillermo, el isleño Miguel Maura, que prestó a la viuda 30 pesos de a quince reales, destinados sobre todo a la manutención de la viuda y su familia. También debía otras cantidades que le prestó el maestro farolero isleño Ángel de Urso (12 pesos) o don Tadeo Aragón Abollado, vicario parroquial de la Isla de León (150 reales).


El testamento de la viuda de Guillermo Cantillops también nos da idea de los bienes materiales que quedaron tras su muerte (no muchos desde luego), además de la referida casa en la calle San José, y de los bienes que debían de constar en un inventario realizado ante don Honofre Hore, juez subdelegado de la Jurisdicción de Matrícula de la Isla de León (y al que aún no hemos podido tener acceso), fueron una cama de granadillo, un rosario de oro pequeño, tres tumbagas y dos pares de botones, todo también de oro y un par de hebillas de plata. Algunos bienes que deben de aparecer en el inventario estaban en custodia de sus hijas mayores, como un capotón, dos cubiertos de plata, una caja de cedro, un baúl, una saya de tafetán, unas enaguas de cotón, doce platos pequeños y uno grande, un perol y un chocolatero de cobre, un marveller largo, una chupa y calzones de cotonía y otros de lienzo blanco.
Sería la menor de las hijas de Guillermo, Inés Cantellops, quien matrimoniara con D. José Esteban Sánchez de la Campa Martín, el 23 de junio de 1778, en la misma parroquia donde habían recibido sepultura sus padres, la de San Pedro y San Pablo de la Real Isla de León. Este D. José Esteban habría de convertirse durante la Guerra de Independencia contra el ejército imperial francés (1808-1812) en uno de los más afamados defensores de la Isla de León. Fue Teniente del Real Cuerpo de Milicias de Voluntarios Honrados de la Isla de León, ejerciendo su puesto en la Primera Compañía de Cazadores Salineros durante toda la contienda, junto con todos sus hijos varones. Incluso su primo hermano, D. Cristóbal Sánchez de la Campa, fue el primer alcalde Constitucional de San Fernando, nombrado Marqués y caballero cubierto ante el Rey. D. José Esteban merecerá su propio espacio en este cuaderno.


Notas

[1] La Real Isla de León se segrega definitivamente de la ciudad de Cádiz poco antes de la muerte de Guillermo, por Real Cédula el 11 de enero de 1766.

[2] Apenas cuatro décadas más tarde, el 24 de septiembre de 1810, el altar mayor de este templo, próximo a la capilla del Rosario, acogería el juramento de los diputados convocados a las famosas Cortes que gestarían la primera Constitución Española. En una obra pictórica colgada hoy día en el Congreso de los Diputados se puede observar esta escena, en la cual, al fondo se aprecia la capilla en cuya bóveda reposaban los restos de Guillermo Cantellops.

[3] Se conserva la partida de defunción de Guillermo Cantellops en el archivo parroquial de San Pedro y San Pablo de San Fernando (Libro 6º de defunciones, folio 82 vuelto). Parte del tenor dice así: "En la Iglesia Parroquial de la villa de la Real Isla de León, en 4 días del mes de julio de 1768 fue sepultado en la Bóveda de la Capilla de la Cofradía del SSmo. Rosario con oficio de Honras Enteras, Guillermo Cantellops, natural de La Puebla, en Mallorca, de edad de 55 años, marido que fue de Inés Sastre, recibió el sacramento de la extrema unción y no otro alguno por lo acelerado de su accidente...".

[4] Al parecer, en el año 1300 Jaime II comisionó a Ramón Desbrull y Pedro Esturs para demarcar las calles y plazas de nuevas poblaciones, entre ellas La Puebla, tomando este nombre porque así era como se conocía a su territorio antes de su fundación. Mandó que se poblase con un mínimo de cien almas y que ninguno de sus pobladores pudiese ausentarse de ella hasta transcurridos seis años. (BOVER, Joaquín M.: Noticias Histórico-Topográficas de la isla de Mallorca, Palma, 1864).

[5] El acta matrimonial debe de conservarse posiblemente en el archivo parroquial de San Pedro y San Pablo de San Fernando.


[6] De este matrimonio nacerían (posiblemente entre otros) José Solorzano y Cantillop (esposo de María de la Concepción Castilla y García, fallecida en 1830). Este José Solorzano y Cantillop compró, probablemente en los años 20 del siglo XIX la salina isleña llamada comúnmente El Estanquillo (también conocida como de Jesús, María, José y Carmen) que seguiría ligada a la familia durante décadas, en 1858 la propiedad era de Juan Nepomuceno Solorzano Castilla (y su esposa María Josefa Sevillano). Datos tomados del PGOU de San Fernando (PDF).

[7] Los nombres de los hijos e hijas de Guillermo e Inés reproducirían los apelativos de sus ascendientes, así los pequeños son Inés y Guillermo, como sus padres, Juana y Cristóbal son los padres de Inés y posiblemente Martín y Teresa los de Guillermo.

[8] La compra de los solares, así como los lindes de la casa los refiere Inés Sastre en su testamento: “la casa de mi morada que es en esta dicha villa en la calle que nombran de San José[8] y hace esquina a otra, que linda por la parte de abajo con casas de la capellanía que fundó doña María de la Rosa, y por la otra banda con la de los herederos de Joseph Toredo, la cual se labró en terreno que el propio mi marido compró a censo redimible del Doctor Don Joseph Phelipe Vidal, prebendado de la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad de Cádiz, por dos escrituras ante el presente escribano, la primera en trece de julio, y la otra en cuatro de septiembre del año pasado de mil setecientos cincuenta y dos”. Los documentos de compraventa de los solares hoy día se conservan en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz (Protocolos Notariales de San Fernando, L. 16, f. 225 – 229 -13 de julio de 1752- y f. 259 – 263 – 4 de septiembre de 1752-), en estos documentos se menciona que el solar está en la calle San José, en el manchón que llaman de Vidal, linda por la banda de poniente con la calle que nombran de Ntra. Sra. del Rosario, y por el fondo con solar de José Toredo, en el propio manchón. Uno de los solares (el que compra en julio, ambos están inmediatos), tiene 16 varas de frente por 18 de fondo, y el otro, el que compra en septiembre, tiene 8 varas de frente por 18 de fondo, es decir, en su conjunto ambos solares tendrían 24 varas de frente por 18 de fondo, un gran espacio de casi 20 metros de frente por unos 15 de fondo, uno 300 metros cuadrados. Allí labró su casa, la cual posteriormente (numerada con el número 5 de calle San José o del vicario viejo), al menos parte, heredaría su nieta María Sánchez de la Campa Cantellops, por vía de mejora a través del testamento de su madre Inés Cantellops Sastre.

[9] Referencia en el Archivo General de Indias: CONTRATACIÓN, 2485, con el título Registro de venidas de La Habana, fechado en el año 1768, aparece el registro de llegada de las naos sueltas que vinieron de La Habana en el año de 1768. Aparecen 33 números que corresponderían al número de embarcaciones que llegaron, entre ellas, con el número once, se menciona a la urca San Carlos y al que era su contador, Julián Marín. (http://censoarchivos.mcu.es/CensoGuia/fondoDetail.htm?id=931637).

[10] Archivo General de Indias. Título de la unidad: “Correspondencia de los Capitanes Generales de Cuba”. Cuba, 1049, N. 55.

domingo, 5 de octubre de 2008

Manuel Pacheco Falcón (1876-1920)


Manuel Pacheco Falcón es mi bisabuelo, el abuelo de mi madre, el padre de mi abuela Carmen. De él poco sabía hasta hace poco tiempo, acaso lo que había escuchado de mi abuela, también los escasos y escuetos datos de los archivos, reducidos la mayoría de las veces a fechas, edades, miembros de la familia, y poco más, cifras frías, faltas de contenido, superficiales. Sabía de sus ancestros, de sus hijos e hijas, de su mujer, y también que fue marino. Siempre, desde pequeño, escuché que falleció a causa de una enfermedad contraída quizá en uno de los habituales periplos que su profesión le obligaba a realizar. Al menos tenía su imagen, su foto, que durante años se convirtió en custodio de la alcoba de mi abuela, siempre lo he visto allí, desde que tengo uso de razón, con su elegante bigote, su pulcro uniforme militar, bien peinado, con la mirada fija hacia un punto indeterminado... mil veces a hurtadillas me las ingeniaba para colocarme frente a él, solo, y lo observaba durante largo rato. Siempre me han fascinado las fotografías antiguas, esos instantes robados al inexorable paso del tiempo. Ahora esa imagen de mi infancia forma parte de mi presente, firme guardían de mi escritorio.

Si poco sabía de la vida de mi bisabuelo hace poco tiempo, ahora es todo lo contrario, conocemos bastante, aquellas cifras y datos que poco interiorizaban en su persona ahora han tomado cuerpo. Empezaré por presentar a Manuel dentro de su familia. Nació el 23 de octubre de 1876 en Puerto Real, posiblemente en la por entonces calle Independencia nº 31 (hoy calle Teresa de Calcuta) era entonces el cuarto hijo del matrimonio formado por el calafate puertorrealeño Manuel Pacheco Mata y la también puertorrealeña María Manuela Falcón Gaviño (familia del conocido torero Bernardo Gaviño); antes ya habían nacido sus hermanos José (en 1872), María Soledad (nacida en 1873 y que murió con apenas 2 años, antes de que Manuel naciera, en junio de 1875) y María (en 1875); más tarde nacerían dos hijos más, Carmen (en 1879), y el benjamín de la familia, Francisco (en 1889, posiblemente cuando ya nadie lo esperaba).

En cuanto a su carrera profesional, aunque parezcan profusos los datos que a continuación presento, no es más que un resumen de su dilatado historial, que le haría pasar por distintos lugares: El Arsenal de La Carraca (por entonces aún perteneciente a Puerto Real), Cartagena, Cádiz, El Ferrol, y navegar en diferentes navíos de guerra por todas las costas hispanas y el Norte de África. Decir que con poco más de 15 años, en marzo de 1892, ingresa en el Arsenal de la Carraca, durante su formación pasará por distintos talleres: el de cañones, el de armadores, armerías… hasta que en enero de 1899 (solo meses después del desastre militar de Cuba y Filipinas), con 22 años, embarca como 2º armero en distintos buques, así, antes de 1904 lo estaba en el crucero Cardenal Cisneros. En noviembre de 1906 embarca en la escuadra de instrucción; en 1908 había estado embarcado en el Carlos V. En 1912 entra en la escuela de aplicación, efectuando prácticas en el taller de torpedos y electricidad (el mismo donde años más tarde lo haría su hijo Manuel); una vez concluidas las prácticas embarca en el cañonero Marqués de la Victoria. A fines de octubre de ese año de 1912 pasa al taller de electricidad y torpedos del Arsenal de Cartagena, pasando al siguiente mes a la estación torpedista de dicho arsenal. Durante su estancia en Cartagena fue asignado al torpedero nº 4 y luego, de nuevo, al cañonero Marqués de la Victoria. En agosto de 1913 recibe la orden de volver al departamento de Cádiz, donde tras distintos cursos y exámenes pasa a la estación torpedista de La Carraca en junio de 1914; tras conseguir este puesto disfruta de dos meses de licencia y tras su incorporación, en el mes de agosto de ese mismo año, pasa a formar parte de la dotación del crucero protegido Reina Regente (desde 1914 este buque fue designado como buque escuela de los guardiasmarinas de la Escuela Naval) y lo hará durante algo más de dos años, hasta septiembre de 1916, habiendo efectuado durante este tiempo navegaciones por las costas de la Península, Canarias, Baleares y Norte de Marruecos (estas travesías estaban limitadas a estas costas hispanas debido al inicio de la I Guerra Mundial). Tras su estancia en el Reina Regente se incorpora al contratorpedero Terror, donde estará asignado durante 25 meses, hasta octubre de 1918. Durante su destino en el Terror, durante los meses de julio y agosto de 1917, con carácter interino se hizo cargo del taller de Electricidad y Torpedos del Arsenal de La Carraca. Una vez que deja el mencionado contratorpedero, el 20 de agosto de 1918 le fueron concedidos por el Excmo. Sr. Comandante General del Departamento de Ferrol dos meses de licencia reglamentaria para San Fernando. Tras esta licencia se incorpora al taller de Electricidad y Torpedos de El Ferrol, durante un par de meses, hasta noviembre de 1918, luego, pasa al crucero Princesa de Asturias.



Crucero CARDENAL CISNEROS, uno de los primeros buques de destino de Manuel Pacheco, antes de 1904 (este buque se perdería en accidente de mar en 1905)




Crucero acorazado EMPERADOR CARLOS V. Manuel Pacheco estuvo en él en 1908





Cañonero MARQUÉS DE LA VICTORIA, destino de Manuel en 1912





Contratorpedero TERROR, destino de Manuel Pacheco entre 1916 y 1918





Crucero acorazado PRINCESA DE ASTURIAS, último destino de Manuel Pacheco (1918-1920)



A partir de esas fechas, fines de 1918, Manuel comienza a padecer ciertas dolencias que van a marcar su inmediato devenir profesional, se producen continuas licencias por enfermedad, e igualmente continuas incorporaciones al Princesa de Asturias, así, por ejemplo, el 14 de julio de 1919, estando a bordo, en Barcelona, se le pasaporta para Puerto Real por enfermedad, con dos meses de licencia. Durante estos meses de continuada enfermedad (con la preocupación lógica de toda su familia) al menos recibió una buena noticia, así, en septiembre de 1919, Manuel es promovido a primer obrero torpedista electricista (rango que cuatro años antes ya había alcanzado su hermano José). Poco tiempo disfrutó de su ascenso, pues el 1 de mayo de 1920, en su casa, en la calle Ancha nº 44, falleció Manuel a consecuencia de una tuberculosis laríngea, dejaba viuda, y cuatro hijos de corta edad: María, de apenas 15 años; Manuel, de 10 años; Carmen, de 5; y Antonia, de poco más de 2 años. Manuel Pacheco había contraído matrimonio con Antonia López Núñez, en la Prioral de San Sebastián, en Puerto Real, el 12 de mayo de 1904.

Una duda que durante mucho tiempo tuvimos era saber porqué Manuel se vincula profesionalmente a la Marina, cuando a priori no teníamos ningún antecedente en la familia. Sus antepasados, los Pacheco, así como los Falcón, habían sido gente del campo, agricultores, pinaleros, arrieros… (ver al respecto unos apuntes sobre los Falcón en: http://puertorealgen.blogspot.com/2008/01/apellido-falcn-rama-de-jerez.html) pero al indagar en su familia materna, los Gaviño, encontramos sin duda a su modelo a seguir, a la persona que debió de influir de manera muy importante en Manuel: su tío abuelo Francisco de Paula Gaviño Santibáñez, Alférez de Navío, Contramaestre Mayor, además de poseedor de una meritoria hoja de servicios, destinado en Cuba durante años, en Fernando Poo, distinguido como Benemérito de la Patria, y con la Cruz de Plata del Mérito Naval por su intervención en las Guerras Carlistas. Manuel conoció al hermano de su abuela, conoció de viva voz sus vivencias, sus aventuras, sus viajes… influyó sin duda en el destino del joven Manuel, ayudándolo quizá, con sus amistades a iniciar sus actividades en la Marina de Guerra (cuando Manuel entra en La Carraca posiblemente aún su tío abuelo desempeñaba labores en el lugar, documentos hay…). En otra ocasión trataremos la interesante figura de este Francisco de Paula Gaviño. Además, su hermano mayor José también había iniciado poco antes la misma carrera que luego haría Manuel (en junio de 1916 era primer obrero torpedista electricista), así pues, ambos factores influirían, de una parte la notable trayectoria del hermano de su abuela y de otra la inmediata y cercana presencia de su hermano José.





Real Orden de 24 de junio de 1916 sobre el uso de divisas a petición de José Pacheco Falcón



sábado, 4 de octubre de 2008

La familia REINA. De Cádiz a Puerto Real


Si bien algunas de las ramas de mi árbol genealógico están bastante avanzadas en cuanto a su estudio (caso de los puertorrealeños Pacheco, Falcón, Gaviño, Santibáñez, o las ramas navarras con los Izco y sus ascendientes) otras ramas están aún por hacer, levemente esbozadas y que aún tienen que dar mucho de sí, este es el caso de los REINA.
En las siguientes líneas ofrezco los datos que por ahora tengo de ellos, esperando en un futuro cercano rescribirlas ofreciendo noticias más precisas, así como la incorporación de nuevos miembros, entrando de lleno en el siglo XVIII. De mi abuelo Enrique Reina Blasco no hablaré mucho por ahora, en otro momento recrearemos su biografía, estas líneas tendrán como protagonistas a sus antepasados (a mis antepasados). Decir solo que era el mayor de cuatro hermanos, nació en el verano de 1912 en Puerto Real, al igual que los otros tres: José, Antonio y Manuela. Eran hijos de Francisco Reina de la Vega y el Pozo y de Julia Blasco Pérez, quienes se casarón el 22 de septiembre de 1911 en la Prioral de San Sebastián (Puerto Real). Por su parte, Francisco Reina de la Vega y el Pozo era carpintero, oficio de tradición familiar (aunque en ocasiones también fue herrero, incluso llegó a regentar una taberna); este Francisco había nacido en Puerto Real el 10 de enero de 1879 (según los documentos en la casa de su padre, en la por entonces calle Real nº 71, junto a la actual casa de celebraciones Albarizuela). Francisco tuvo más hermanos, aunque por ahora solo tenemos noticias de otros dos, menores que él y que murieron a muy corta edad: José (nacido en 1886 y fallecido con treinta meses, en 1889, cuando ya su familia vivía en la calle Cruz Verde 55) y Ramón (fallecido con solo dos meses el 15 de octubre de 1888, también en Cruz Verde 55). Francisco por su parte falleció en Puerto Real en torno al año 1945.

En cuanto a su esposa, Julia Blasco Pérez (Puerto Real 1883 – Puerto Real 1962), decir que era la segunda de cinco hermanas, hijas del molinero soriano Manuel Blasco Pinilla y de Catalina Pérez Torres, natural de Paterna de Rivera (en otra ocasión trataremos la llegada del apellido Blasco a Puerto Real, así como los Pérez-Torres de Paterna). Siguiendo con los REINA, el citado Francisco Reina de la Vega y el Pozo era a su vez hijo de Enrique Reina Reboira, nacido en Cádiz en 1852 aunque avecindado en Puerto Real de joven, al menos desde el 11 de agosto de 1875, fecha en la que contrae matrimonio, cuando tenía 23 años y era soldado del primer batallón de infantería de marina (aunque posiblemente ya viviera en Puerto Real a fines de los años 60). En un primer momento tras su matrimonio pasa a vivir junto a su esposa en la casa de los padres de ésta, en la calle Vaqueros 26, luego, ya en 1879 pasará a la calle Real 71 (donde nació Francisco), más tarde a Cruz Verde 55, al menos durante el bienio 1888-1889, finalmente lo veremos en la calle San Fernando 8, a fines de siglo, en 1893.
Enrique Reina Reboira, como lo será su hijo y lo fue su padre, era carpintero. En 1893, en una guía sobre la Provincia de Cádiz, aparece como dueño de una carpintería. Enrique Reina Reboira había contraído matrimonio el 11 de agosto de 1875 en la Prioral de San Sebastián (Puerto Real), siendo testigos del enlace los puertorrealeños Luis Gonzaga Pérez y Manuel Marín. Su esposa y madre de sus hijos sería Josefa de la Vega y el Pozo Iglesias, una joven de 22 años (nacida en Puerto Real en 1853 y cuya familia, los de la Vega y el Pozo-Ayola y los Iglesias-Moya, analizaremos en otros apuntes).
Como vemos, los orígenes de los REINA puertorrealeños estarían en este Enrique Reina Reboira, asentado en Puerto Real al menos desde 1875, aunque también en la figura de su hermano Francisco Reina Reboira, del que quizá tengamos mayor información por su actividad política en el Puerto Real del último tercio del XIX. Debía de ser mayor que Enrique, pues ya en 1868 lo vemos en la escena política de la localidad, en ese año, el 19 de septiembre quedó disuelta la Corporación municipal como consecuencia del pronunciamiento de la Marina en Cádiz acaudillada por Topete, el duque de la Torre, Prim y el general Serrano. El pueblo de Puerto Real, amotinado, exige la creación de una Junta de Gobierno favorable al espíritu que encarnaban los sublevados, la cual presidiría D. Luis Guerra de la Vega y de la que formará parte, junto a otros, Francisco Reina. Esta Junta de gobierno se disolvió en octubre de ese mismo año, y Reina no formaría parte de los Ayuntamientos sucesivos, no obstante, el 23 de julio de 1873 se producen graves alteraciones del orden público en Puerto Real, donde se intenta el Cantón a semejanza de Cádiz, lo cual provoca que la población sea ocupada militarmente por el ejército ese mismo día. Estos sucesos traen consigo un nuevo Ayuntamiento con D. Rafael Benvenuty y Garvey como alcalde y entre cuyos concejales sí se encuentra Francisco Reina. Igualmente repite en la Corporación elegida el 29 de abril de 1874. Desde este último año hay una pausa en sus incorporaciones al cabildo, hasta 1891, cuando siendo alcalde Carlos Cuñado Álvarez aparece Reina Reboira como concejal electo, siendo esta su última aparición en la vida política puertorrealeña, pues ya en el Ayuntamiento de 1893 y posteriores no aparece.

Ayuntamiento de Puerto Real a comienzos del siglo XX (actual Plaza de Blas Infante o de Correos)

Como decimos, los ancestros inmediatos de Enrique y Francisco Reina Reboira serán por tanto naturales de la ciudad de Cádiz. Ambos eran hijos de Francisco Reina Gómez y de María Dolores Reboira. Francisco Reina Gómez sabemos que nació en Cádiz durante el Trienio Liberal, en 1821. Fue carpintero de lo blanco (como su hijo Enrique, como su nieto Francisco) y durante su vecindad en Puerto Real, donde pasaría al menos veinte años, vivirá la mayor parte del tiempo en la calle Molino 14 (hoy calle Barragán). Francisco Reina Gómez fallecerá de angina de pecho el 2 de diciembre de 1887 a las diez de la noche, con 66 años.
Por su parte María Dolores Reboira también era gaditana, y sabemos que fallece antes de 1871, pues en esa fecha, el 1 de marzo, su viudo, Francisco, contrae nuevo matrimonio, en esta ocasión con la puertorrealeña María Dolores Marín y de la Paz (este dato, junto con la actividad política de su hijo Francisco en 1868, quizá nos esté indicando que la familia Reina-Reboira ya se habría asentado en Puerto Real en la década de los 60 del XIX).

Por último (por ahora) citar a los padres de este Francisco Reina Gómez. Lo fueron Antonio Reina y María del Carmen Gómez Gatica, ambos al parecer naturales de la ciudad de Cádiz, donde nacerían a fines del siglo XVIII.

Así pues, y resumiendo, mis/nuestros REINA se asientan en Puerto Real en torno a 1870, provenientes de la ciudad de Cádiz, donde estarían avecindados al menos desde fines del S. XVIII. Este origen es evidente aún en el siglo XX, cuando mi abuelo visitaba a sus primos de Cádiz. Durante todo el S. XIX y principios del XX los REINA se caracterizan por su dedicación a la carpintería, pero no a la carpintería naval (también llamada de ribera, algo común en estas tierras en aquellas fechas) sino a la llamada carpintería de lo blanco, a la realización de mobiliario y enseres de uso común, siendo incluso propietarios de carpinterías. Es curioso también observar como hay tres nombres que se repiten con mucha frecuencia en esta familia: Enrique, Francisco y Antonio (algo por otra parte nada extraño en la mayoría de familias, la reiteración en ciertos nombres).

Origen del apellido IZCO en la Bahía de Cádiz

No es extraño encontrar en la bahía gaditana personas con apellidos de la más variada procedencia, ya no solo hispanos, también de dispares regiones europeas, en especial italianos y franceses, algo normal en una región que durante siglos ha sido lugar de destino de personas que eran atraídas por las posibilidades económicas que antaño Cádiz poseía, siendo durante siglos la puerta hacia las colonias de ultramar. No solo distintas comunidades extranjeras formaban auténticas colonias en la comarca gaditana, también eran comunes los grupos procedentes de regiones peninsulares, tales como vascos, gallegos, montañeses, o navarros, entre otros, que al igual que los foráneos poseían una estructura más o menos compacta en función del paisanaje.

Por ello, cualquier gaditano contemporáneo (por ende, también portuenses, isleños, puertorrealeños, chiclaneros...) a poco de indague entre sus antepasados hallará ancestros que demuestran este variada procedencia.

Así, no debe resultar chocante observar como el apellido de origen navarro IZCO esté plenamente enraizado en la bahía gaditana desde hace casi dos siglos, aunque no son muchos los que hoy día aún lo conservan, pequeños grupos familiares de San Fernando, Cádiz y Puerto Real.

Es objeto de este nuevo escrito del cuaderno conocer la llegada de este apellido desde la zona media de Navarra, cerca de la frontera con Aragón, no lejos de los Pirineos, hasta la Bahía de Cádiz, acercarnos a la biografía de la persona que hizo posible que hoy día algunas ramas de la familia Izco, pese a su antiguo origen, sean plenamente andaluzas.

Todos los apellidados Izco en la región gaditana (y alguna rama que pasó ya en el S. XX a Valencia) son descendientes de una única persona: Martín José Izco Clemente.

Martín nació en septiembre de 1807 en la ciudad Navarra de Sangüesa (Zangotza), apenas meses antes de la invasión del lugar por las tropas napoleónicas (acaecida el 15 de julio de 1808). Era uno de los nueve hijos de Cristóbal Izco Muriel y Juana Clemente Salvador (ya nos detendremos en los ancestros de Martín en otros escritos, pues conservamos interesantes documentos de ellos, caso del testamento de Cristóbal Izco Muriel). Recibió el bautismo pocos días después de su nacimiento, como era común en la época, el martes 15 de septiembre de 1807, en la parroquia de Santa María la Real (templo considerado como una de las más interesantes y bellas muestras del románico hispano).


Aún conocemos pocos datos de su juventud, así como los motivos que empujaron a Martín a emigrar hasta la bahía de Cádiz (posiblemente fuesen causas económicas, su futuro estaría limitado dentro de una familia numerosa, quizá alejarse de la por entonces conflictiva tierra Navarra, uno de los principales escenarios de las Guerras Carlistas que se desarrollaron entre los años 30 y 40 del XIX) lo cierto es que ya en los años 40 del siglo XIX aparecerá documentado en la ciudad de Cádiz. Así, el 23 de noviembre de 1846 lo vemos contrayendo matrimonio en la gaditana iglesia de San Antonio, con una isleña, Antonia López Mercaide. De este enlace cabe destacar que Martín había permanecido soltero hasta los 38 años, algo no muy común en aquel entonces, además, destacar la considerable diferencia de edad que le separaba de la que habría de ser su esposa, pues Antonia sólo tenía 23 años, quince menos que Martín (fueron testigos del enlace dos gaditanas, Rafaela Osorio y María Montalnar).

Iglesia de San Antonio (Cádiz) luegar donde contrajo matrimonio Martín Izco en 1846


Tanto Antonia López como su familia eran naturales de San Fernando, de ahí que poco después de su boda se asentaran, al parecer de manera definitiva, en la antigua Isla de León, donde pocos meses después de la boda nacería el primer y único hijo de este enlace: José María Izco López,el de octubre de 1847. No obstante, sabemos que Martín tuvo poco después otro hijo en San Fernando, con una tal María Chacón, en 1848 y que recibiría por nombre José Izco Chacón, este dato nos desconcierta un poco, no sabemos aún si este José Izco Chacón era hijo legítimo de Martín (tal vez su esposa Antonia López falleció al poco de nacer José María Izco López y tomó entonces por esposa a esta María Chacón) o bien es hijo natural, fuera del matrimonio (esperemos averiguarlo en poco tiempo). Lo cierto es que solo hay constancia de que Martín tuviera estos dos hijos, casi de la misma edad y casi con el mismo nombre (José María y José), y serán ellos los que generen las dos ramas gaditanas (isleñas) de los Izco, los Izco – Amado (hijos de José María Izco López, de la cual proceden los Izco de Puerto Real), y los Izco – Pérez (hijos de José Izco Chacón).

Poco sabemos de las actividades y vida de Martín en San Fernando, el siguiente dato que de él disponemos es su partida de defunción, ocurrida el 27 de febrero de 1875, cuando tenía 67 años, a causa de una plemenmonitis (así viene en la partida, debe de ser alguna enfermedad relacionada con el pulmón), además, se menciona en el escrito eclesiástico que no pudo recibir los Santos Sacramentos, ni testó, ni le hicieron funeral.

Así pues, este Martín José Izco Clemente, nacido en Sangüesa (una de las principales ciudades navarras, capital de su Merindad) a principios del siglo XIX, asentado en la Bahía de Cádiz al menos desde 1846, y vecino desde entonces de San Fernando, donde fallecería en 1875, es la persona que sirve de nexo entre los Izco gaditanos y los navarros, del cual descendemos todos los gaditanos, isleños y puertorrealeños que tenemos entre nuestros apellidos IZCO.

Acta matrimonial de Martín Izco y Antonia López, 23/11/1846 (archivo parroquial de San Antonio -Cádiz-)